sábado, 29 de noviembre de 2014

Esencia y apariencia


¿Cuántas veces hemos escuchado que alguien es de una forma pero "solo en apariencia"? ¿cuántos comentarios de "no, a ver, parece que es así pero en realidad es de otra forma?

¿Es esto posible? ¿es posible parecer algo y ser lo contrario? ¿podemos ocultar nuestro yo?

Parece un interrogante sin mucha importancia al cual no deberíamos prestarle demasiada atención, pero en realidad yo diría que es un tema de gran interés. 

Vivimos en un mundo de apariencias. No lo digo en el sentido de queja, como aquel que dice "joe, es que hoy en día todo es aparentar, todo es superficial". Lo digo en el sentido de que probablemente sea algo inherente al ser humano. No me gusta decir que algo es propio de los humanos (porque la naturaleza humana no existe, o es insignificante), pero creo que en este caso estamos ante algo realmente propio a todos y todas. Al menos para los seres humanos que viven en sociedad.

Somos apariencia. Somos lo que se ve, obviamente. No existen unas supuestas gafas especiales para ver nuestra forma de ser. De hecho, si leemos a los psicoanalistas sabremos que ni siquiera nosotros podemos saber cómo somos. Somos lo que hacemos, somos nuestra praxis en sentido amplio: nuestra forma de vestir, nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestra cultura, nuestra familia...

Hasta aquí todo correcto. Pero lo que planteo es que detrás de nuestra apariencia no hay una esencia distinta, o al menos no demasiada distinta. A menudo solemos pensar que detrás de las apariencias hay "otra cosa". Por ejemplo, de una persona mala podemos pensar que "en el fondo" es buena. De una persona egoísta podemos pensar que "en su interior" es honrada y solidaria. No, no es así.

La apariencia no es otra cosa que nuestro reflejo, y por tanto no puede ser demasiado distinta de nuestra esencia. Digamos, en términos marxistas, que nuestra esencia es la estructura y nuestra apariencia es la superestructura. La apariencia es producto y reflejo de nuestra esencia. Nuestra existencia exterior (lo que se ve) está ligada a nuestra existencia interior (nuestro 'yo', quienes somos 'realmente').

¿Quiere decir esto que, por ejemplo, alguien que parece malo lo es? No, quiere decir que su maldad es reflejo de su yo interior. Alguien puede ser malo en apariencia y que esto sea reflejo de su 'yo', pero que tal 'yo' no sea malvado. Quizás simplemente tiene un trauma. Imaginemos por ejemplo una persona que cambia de colegio y es muy desagradable con todos. Pero esta apariencia no implica que sea desagradable en su interior, sino que (por ejemplo) en su anterior colegio sufrió abusos y por tanto ahora desconfía de sus compañeros. Apariencia como reflejo indirecto de la esencia. Jamás apariencia como algo distinto de la esencia. No llevamos una máscara que nos podamos quitar y mostrar nuestro "verdadero yo", eso es un cuento chino.

Para finalizar podemos poner el ejemplo de Mario Casas en A tres metros sobre el cielo. Tenemos al típico chico en apariencia malo pero en esencia bueno y sensible. Algo que supusieron los productores y guionistas que les encanta a las chicas. (Por cierto, ¿no estamos aquí ante una clara imagen patriarcal en lo referente a los espacios, el chico que en el espacio público es un machote pero en el espacio privado se relaja? Sin duda no es de extrañar que esta 'doble forma de ser' les guste a las mujeres: si el chico fuese también 'machote' en el espacio privado probablemente tendríamos a un maltratador, y si el chico fuese también bueno y sensible en el ámbito público tendríamos a un 'marica' poco atractivo). Lo que yo defiendo aquí es que Mario Casas no es malote en apariencia y bueno en esencia, sino que en su propia forma de ser malo (su apariencia) vemos que es buena persona (su esencia).

En efecto, nuestro protagonista es violento y maleducado pero lo es de forma 'buena'. No pega al débil ni es maleducado con quien no lo merece. Digamos que es malo de forma buena. Vemos pues que su apariencia, aunque parezca totalmente distinta de su esencia, no es más que su reflejo. Si el espectador (no solo de la peli, sino de la sociedad) se queda en la apariencia, creerá que Mario Casas es un tipo duro. Si investiga un poco verá en la apariencia un reflejo de la esencia.

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